Actuó en 29 telenovelas pero dos de ellas se quedaron en la memoria colectiva de los espectadores: “Teresa” y “Quinceañera”.
Rafael Rojas fue un galán de telenovelas atípico porque sus personajes estaban marcados casi siempre por la rebeldía.
El “Quinceañera”, es justo recordarlo, impactó con su interpretación de un joven atormentado por los excesos, la ambición y el amor agobiante de una madre que todo le solapaba.
Con su gabardina café, el personaje de Gerardo estaba en el límite de amar a Beatriz (interpretada por Thalía) o aprovecharse de ella y su riqueza.
Luego dio un giro total con su papel en la versión de “Teresa”, de 1989, protagonizada por Salma Hayek. Ahí hizo a un estudiante de medicina inteligente, honesto pero lamentablemente enamorado de Teresa.
El precio de la fama
A partir de entonces la fama y el trabajo nunca le faltaron, lo cual curiosamente fue la razón de su retiro de la televisión. En 2006, sus apariciones en los melodramas comenzaron a ser en papeles cada vez menores.
Sus últimas tres telenovelas fueron en personajes francamente incidentales, pero no por falta de oportunidades sino por decisión propia.
Originario de Costa Rica, Rafael Rojas viajó a México cuando tenía apenas 20 años. Encontró en nuestro país la fortuna de convertirse en protagonista de telenovelas (también llegó a hacer personajes de villano) pero al mismo tiempo dejó en el olvido lo que dejó en Costa Rica.
Junto con la fama, y por su carácter reservado, también tuvo que lidiar con los egos, las envidias y las noticias falsas.
“Se dijo que yo era adicto pero al tiempo me remito: quiero ver qué dicen ahora esos que me acusaron. Yo no estaría así”, dijo en 2020 en una entrevista con De primera mano.
¿Qué pasó entonces con Rafael Rojas?
El actor se reencontró con su país natal. Hizo un viaje que abrió su perspectiva de vida hacia nuevos horizontes porque encontró dos cosas: crecimiento espiritual y solvencia económica.
“Me encontró acá con unas herencias que había dejado y entonces dije: yo no tengo ninguna necesidad de lidiar con esas cosas”, dijo en referencias a las muchas versiones, cada vez más virulentas, acerca de su vida privada.
“Los ataques que tuve aduciendo a la madre de mis hijas me hicieron recapacitar de muchas cosas. Yo realmente no estaba en lo que me gustaba”.
Ahora, a punto de cumplir 65 años, tiene, asegura, la vida que quería: lejos de los reflectores y cerca de la espiritualidad.