La muerte de Paquita la del Barrio, ocurrida el 17 de febrero de 2025, cimbró no sólo al mundo del espectáculo en México, sino también a su círculo más íntimo.
Francisca Viveros Barradas, como fue registrada al nacer en Alto Lucero, Veracruz, falleció a los 77 años tras años de complicaciones de salud que incluyeron problemas pulmonares, afecciones en el nervio ciático y una cirugía ocular.
Aunque había enfrentado hospitalizaciones frecuentes, la noticia de su partida tomó por sorpresa a sus admiradores, quienes la habían visto sobreponerse una y otra vez a la fragilidad del cuerpo.
“ESTUVE CON ELLA HASTA EL ÚLTIMO DÍA”
Pero detrás de la figura imponente que convirtió el despecho en himno y la dignidad en bandera, existe otra historia, la de una mujer que compartió con ella escenario, infancia y destino: su hermana, Viola Dorantes.
En los años setenta, antes de que Paquita se convirtiera en “la guerrillera del bolero”, ella y Viola formaron un dúo llamado Las Golondrinas. Juntas abandonaron Veracruz para instalarse en la Ciudad de México con un sueño común: ganarse un lugar en la música. El proyecto tuvo resonancia, pero pronto Francisca eligió volar sola, y así nació la leyenda de Paquita la del Barrio. Con el paso del tiempo, los caminos de ambas hermanas se bifurcaron. La relación se tensó, especialmente después de la muerte de su madre, un hecho que Paquita, según se sabe, atribuyó con dureza a Viola. Esa herida marcó un distanciamiento que duró años.
No obstante, en 2018 la reconciliación llegó como bálsamo. Fue entonces cuando Viola y Paquita se reencontraron, esta vez como mujeres maduras que entendieron que la sangre pesa más que cualquier diferencia. Y así permanecieron unidas hasta el último aliento de la cantante.
“Estuve con ella en todo momento, hasta el último día”, confesó Viola a TVyNovelas, recordando esos días finales.
Tras la partida de Paquita, Viola ha asumido una misión personal: mantener viva la esencia de su hermana. “Estamos organizando un homenaje para Paquita, es una gira musical que queremos llevar a Sudamérica y todo México”, reveló con entusiasmo, aunque no disimula el dolor que le atraviesa la voz. “Nosotros lo que queremos es defender el legado de mi hermana, todo el aporte que hizo a la música, entonces estoy muy feliz de poder honrarla de muchas maneras, aunque a la vez me siento un poco triste de que ya no esté con nosotros; sin embargo, creo que ella desde donde está sabe apreciar lo que nuestro México la sigue queriendo”, expresó.
“Dios me ha dado resignación": Viola Dorantes
La ausencia de Francisca no sólo le abrió un vacío emocional, sino también un reto espiritual. Viola no ha buscado ayuda profesional para sobrellevar la pérdida: “Desde que ella no está mi vida ha cambiado mucho porque éramos inseparables, me hace falta y ese dolor nunca pasará. Yo no he recurrido a tanatólogos ni a terapeutas, me toca comprender de manera natural que la vida sigue, que ella partió en paz y agradezco que Dios me permita continuar con vida para hacer que su recuerdo continúe en el público”.
En sus palabras, se percibe un eco de nostalgia y de sabiduría familiar: “Debemos valorar cada momento, esos instantes con la familia que no vuelven. Hay que abrazar, perdonar, no esperar a que se nos muera un hermano para sentir ese vacío”. La resignación, dice, fue un regalo divino: Estar juntas, como hermanas, unidas, fue algo que no tiene precio”.
A modo de amuleto, guarda con cariño los aretes que Paquita le obsequió: “Paquita me regaló unos aretes y los conservo como un tesoro, pero el regalo más grande, ese que va más allá de lo material es el amor y los recuerdos, el tiempo que estuvimos hasta el último momento es lo mejor que me quedó de mi hermana”.