Natalia Jiménez se sincera sobre su diagnóstico de síndrome de Asperger y cómo lo enfrentó

La cantante pone sobre la mesa la salud mental, como la viven muchos.

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Natalia Jiménez

Octavio Lazcano

El síndrome de Asperger, catalogado dentro del Trastorno del Espectro Autista, ha acompañado silenciosamente a varias de las personalidades más influyentes del arte, el cine y la ciencia.

Anthony Hopkins, Keanu Reeves, Steven Spielberg, Lionel Messi, Tim Burton o Elon Musk han hablado abiertamente de cómo este rasgo de neurodiversidad ha moldeado sus vidas, sus obsesiones creativas y su manera de mirar el mundo.

Hoy, a esa lista se suma una voz que, desde hace más de dos décadas, ha marcado la música en español con una intensidad inconfundible: Natalia Jiménez.

“LLEGO A MI CASA A TAPARME CON UNA MANTA”

Natalia Jiménez, que conquistó a Latinoamérica primero con La Quinta Estación y luego en su faceta como solista, reveló en exclusiva a TVyNovelas que fue diagnosticada con Asperger.

“La verdad es que es chistoso porque me diagnosticaron hace como un año y medio con TDAH y ahora me detectaron Asperger, por lo que tengo un cerebro muy curioso, siempre me estoy enmascarando para verme más normal de lo que soy”, nos compartió mientras promocionaba su más reciente colaboración musical.

Con una sinceridad que sorprende, Natalia describió cómo, tras las jornadas de trabajo, su cuerpo y mente se ven obligados a buscar refugio:

“Luego llego a casa y me tapo con una manta como dos horas para recuperarme de la sobrestimulación porque llego muriéndome, necesito esconderme cuando me paso el día haciendo cosas que están fuera de mi capacidad”.

La artista, que ha vivido bajo los reflectores desde muy joven, no oculta que lo social siempre ha representado un reto: “Me cuesta mucho relacionarme aunque no lo parezca”.

Su diagnóstico de Asperger llegó después de lidiar desde niña con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Esa condición, confiesa, marcó su infancia de forma dolorosa: “Me tomaban como una niña tonta, con retraso, me trataban mal, hasta los profesores, porque no entendía cosas sencillas”, recuerda con la firmeza de alguien que sobrevivió a la incomprensión.

“YO NUNCA HAGO PLAYBACK”

El bullying, la soledad y la constante disociación en momentos que no despertaban su interés fueron parte de un camino donde la música se convirtió en refugio y tabla de salvación. Hoy, con la experiencia que dan los años, Natalia ha decidido visibilizar su condición para que otros, especialmente los jóvenes, sepan que no están solos.

Esa misma autenticidad que reivindica en su vida personal la lleva también a los escenarios. “Yo nunca hago playback, jamás en la vida me verás haciéndolo, porque prefiero sonar ronca, jodida, desafinada, que se me olvide la letra... prefiero que se note eso, que soy humana, que a veces la riego y que eso está bien. No se me hace justo que la gente pague un boleto para ver a un artista que use playback, que no lleve músicos, que se vista con ropa de estar en la casa, que use 800 bailarines para distraer, eso es una falta de respeto al público”.

Sus declaraciones, lejos de la complacencia, la muestran como una mujer fiel a su oficio y a su público, convencida de que la música debe ser verdad antes que espectáculo.

“Yo creo que en nuestra generación estábamos más acostumbrados a hablar de nuestros sentimientos, era más común expresarlos y no guardarnos lo que sentimos. Ahora estamos frente a una nueva generación que constantemente le teme al qué dirán... Por eso las letras de las canciones de ahora son tan superficiales. Hablan de sexo, de drogas, de fiesta, porque eso es fácil tocarlo”, lamenta.

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