Laura Bozzo y cómo llegó a México tras perderlo todo: “El cariño y los tacos me curaron el alma”

Nunca buscó fama, pero Laura Bozzo encontró algo más poderoso: cercanía.

Laura Bozzo sin maquillaje. Foto: Getty Images

Su estilo directo, sus gritos, sus frases icónicas convirtieron a Laura Bozzo en personaje irrepetible. La amaban o la odiaban, pero nadie podía ignorarla. De hecho, no existe una ciudad en Latinoamérica en la que su popular eslogan “¡Qué pase el desgraciado!” no les haga pensar en la famosa Señorita Laura.

Ese es, quizá, el secreto de su vigencia: detrás del escándalo hay empatía, detrás del temperamento hay ternura.

El éxito, sin embargo, vino acompañado de sombras. Su arresto domiciliario en Perú, que duró tres años y se llevó a cabo en el mismo foro donde grababa, fue un episodio devastador.

“Fue como robarme la inocencia. Me robaron el estudio, me robaron todo. Si la ley, cuando hay poder, no se aplica, entonces ¿para qué estudié 10 años? No hay justicia, no la hay”, afirma con amargura.

El encierro fracturó su vida personal. “Mis hijas sufrieron lo indecible. Fue una pesadilla. Nadie sabe lo que viví ahí dentro, porque siempre trataba de mostrar lo mejor. Esos tres años destruyeron mi relación con Cristian Zuarez y destruyeron prácticamente toda mi vida”.

Como si fuera poco, después vino el cáncer, la pérdida de su casa en Estados Unidos, un veto migratorio que aún la persigue y la traición de personas cercanas.

“Yo sé que a la larga la verdad sale a la luz. Siento que ya es hora de reivindicar mi nombre”.

Pero cuando lo había perdido todo, Laura miró hacia México.

“Toda mi vida tenía la idea de venir. Mi padre amaba México, enseñaba en la UNAM. Mi madre adoraba Acapulco. Vendí mis joyas y me vine sola. Llegué con una depresión espantosa, estaba con anorexia, pesaba 10 kilos menos. Y acá entre el cariño y los tacos me curaron el alma”, cuenta con humor.

En territorio mexicano encontró el renacer que parecía imposible. La gente la abrazaba, la llamaba “Señorita Laura”, y ella devolvía ese amor desde los foros de Televisa. Entre escándalos, polémicas y memes, logró mantenerse vigente. Y, sobre todo, construyó una relación entrañable con un país que la adoptó como suya.

Pese a su imagen explosiva, Laura guarda una faceta espiritual. Devota de la Virgen de Guadalupe, asegura haber sido testigo de milagros.

“Yo soy muy devota, ya uso dos medallas, entonces la he visto obrar en mi vida. Yo estuve muerta 15 segundos. He pasado por lo peor, hasta el cáncer. Y quisiera transmitir esa fe, que sí hay milagros, que hay un Dios ahí arriba”.

También aprendió a lidiar con la ansiedad y la depresión desde la disciplina personal. “No creo en las medicaciones. Creo en el poder de la mente, en el ejercicio, en la respiración y en focalizar los pensamientos en algo hermoso. Lo peor es encerrarse; yo busco salir, conversar, pedirle a Dios que me ayude”.

A pesar de la dureza de lo vivido, Laura se ríe de los apodos, de los memes, incluso de quienes la llaman “momia”.

“Me encanta reírme de mí misma porque me siento segura. Eso me empodera”.

“Desde niña aprendí que las mujeres pueden mandar, como lo hacía mi madre. Y desde entonces supe que quería cambiar la vida de otras mujeres”.

Hoy, a sus 74 años, no piensa en el retiro. Tampoco en el amor. “No tengo ningún enamorado. Si algún día lo tuviera, sería con alguien mayor, a quien admire. Pero en este momento estoy focalizada en mis proyectos, en televisión y plataformas. No quiero que nada me saque de mi concentración, que es el trabajo”.

Laura Bozzo asegura que es víctima de una traición

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