Laura Bozzo, entre luz y sombra, encuentra en sus hijas su razón de vivir: “Las mujeres pueden mandar”

La presentadora peruana habla desde su casa de Acapulco a propósito del estreno de su documental por ViX

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Laura Bozzo

Hanzel Zárate

Polémica, intensa, explosiva, incluso “momia”... Así han llamado a Laura Bozzo dentro y fuera de la televisión.

Sin embargo, detrás de la etiqueta mediática que la acompaña desde hace décadas, se esconde una historia marcada por luchas personales, reinvenciones y un instinto de supervivencia que la ha convertido en un fenómeno de la televisión latinoamericana.

Hoy, con más de 30 años de trayectoria, decide abrir su corazón en un documental íntimo que llegó a ViX+ el pasado 28 de agosto, bajo la dirección y producción de Luis Ara.

“NO HAY NADA QUE NO SE PUEDA VENCER”

Pero más allá del estreno, más allá del archivo recuperado y de las entrevistas con personajes cercanos, lo que late es una vida marcada por contradicciones, dolores y resiliencias.

Para hablar de Laura Bozzo hay que hablar de caídas que parecían definitivas y de renacimientos que desafiaron la lógica. Su nombre evoca polémica, pero también permanencia; críticas y, a la par, una fidelidad de público que la convirtió en ícono.

“Toda mi vida me la he pasado escuchando las historias de los demás… Y creo que de alguna manera yo estaba en deuda, porque si todos ellos confiaron en mí, yo tengo que devolverle a la gente el abrir mi corazón.

“Yo me siento muy orgullosa de que, de alguna manera, yo esté contribuyendo con este documental a mostrarle a la gente que no hay nada en esta vida que no se pueda vencer y que no se pueda superar”, confiesa la popular rubia en una íntima y reveladora entrevista con TVyNovelas desde su casa en Acapulco.

Esa deuda pendiente la motivó a desnudarse emocionalmente frente a las cámaras. Y al hacerlo, vuelve a demostrar que, detrás de la figura mediática, se esconde una mujer que se sobrepuso al escarnio, a la enfermedad y al derrumbe de todo lo que amaba. Laura Cecilia Bozzo Rotondo nació el 19 de agosto de 1951 en el puerto del Callao, Perú. Hija de migrantes italianos, creció en una familia católica, muy unida y de firmes valores.

Su padre, ingeniero de prestigio que incluso impartió clases en la UNAM, le inculcó disciplina y amor por el estudio. Su madre, una mujer de carácter fuerte, le transmitió la certeza de que la vida se enfrenta con determinación. Desde niña convivió con el contraste entre la estabilidad de su hogar y la violencia que veía en las calles: mujeres golpeadas, empleadas domésticas con el rostro marcado por los insultos y la agresión. “Yo escuchaba y veía alrededor mío cómo insultaban a las mujeres, cómo llegaban llorando con las caras moradas.

Y yo decía: '¿Qué es este mundo tan loco, tan diferente a lo que yo viví en mi familia?’, entonces ahí me vino desde chica la idea de hacer algo por ellas”, recuerda.

SU RAZÓN DE VIVIR

La presentadora peruana tiene dos hijas, Victoria y Alejandra de la Fuente, quienes han sabido trazar su propio rumbo, casi siempre a contracorriente del estruendo mediático que rodea a su progenitora.

Victoria, la mayor, ha preferido un perfil más reservado. No busca protagonismo en la arena pública, aunque inevitablemente su apellido la vincule al espectáculo. En los últimos años, su vida tomó un nuevo giro al convertirse en madre de Atlas y Phoenix. Este acontecimiento no sólo le dio un aire renovado a la familia, sino que también convirtió a la polémica conductora en una abuela orgullosa, capaz de dejar por un momento la controversia para hablar de lo que realmente le llena: sus hijas.

En contraste, Alejandra, la menor, se atrevió a pisar el terreno de la fama con mayor determinación. Su nombre resonó con fuerza hace una década, cuando posó para la portada de Playboy México, una decisión que la colocó en el foco mediático. Alejandra nunca ha negado lo complejo que ha sido crecer bajo la sombra de una figura tan polémica como su madre; sin embargo, ha convertido esa experiencia en parte de su identidad, consciente de que su vida siempre será observada con lupa.

Mientras Victoria abraza la discreción y Alejandra se mueve con naturalidad en el espacio público, ambas representan el costado íntimo y humano de Laura Bozzo: ese que pocas veces se muestra en televisión, pero que, según la propia conductora, es el verdadero motor de su vida.

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