“Fue un día domingo 24 de octubre de 1982". Con esa frase, cotidiana pero al mismo tiempo trágica, Silvia Pinal comienza el relato de la muerte de Viridiana Alatriste en su autobiografía.
El próximo viernes 28 de noviembre se cumplirá el primer aniversario de la muerte de la diva del cine mexicano, quien tuvo que vivir nada menos que 42 años con esa tragedia a cuestas.
Lo que sigue en su autobiografía es desgarrador a la luz de lo que sucedería horas más tarde. Silvia cuenta que le dijo a Viridiana que se vieran en la noche, después del teatro.
“No creo”, respondió, “tengo la cena de despedida con la compañía de la obra ‘Tartufo’ que dejo por continuar la telenovela. Mañana te cuento…”.
“Te quiero, hija…”, le dije mientras cerraba la puerta de su cuarto.
“¡Y yo a tí, má!”, la e
scuché responder.
Ese fue el último diálogo que tuvieron.
La importancia del traje color calabaza
La historia de la muerte de Viridiana se ha contado muchas veces desde muchas perspectivas y por muchas personas. Siempre resulta una anécdota impactante por su espíritu trágico.
Jaime Garza, su novio de ese momento, narró siempre con sorpresa aquella última fiesta en la que, aseguraba, nunca notó alguna situación fuera de lo común.
Sylvia Pasquel, su hermana, fue la que más cerca estuvo de la tragedia... pues incluso ha dicho que “presentía” que algo le iba a suceder.
Pero no hay duda de que la memoria más dolorosa de aquellos días es la de Silvia Pinal.
“Tan linda mi niña, pensé, la más apegada a mí. Salí de mi casa hacia una cena. Nunca olvidaré el traje de piel, color calabaza con plumas en el cuello, que ese día había elegido”, narra en su autobiografía “Esta soy yo”, que luego sería la base para su bioserie.
El detalle del vestido no es menor. Para Silvia Pinal es parte esencial del recuerdo del día en que murió Viridiana Alatriste, un día en el que llegó a decir: “Mi hija se fue de viaje, hay que seguir trabajando”.
“Regresé cansadísima a casa pasada la una de la mañana del lunes 25 de octubre, pasé por el cuarto de Viri, lo vi cerrado, por lo que supuse que había regresado. Me quité el traje y lo dejé en un sillón, me quedé dormida, ni siquiera me desmaquillé”.
Cuando Sylvia Pasquel le avisa que Viridiana tuvo un accidente, su primera reacción fue negarlo. “Ella está en su cuarto dormida”, dijo. No era verdad. Poco a poco, comenzó a aceptar que su hija había muerto pero todavía, ese mismo día, cuando tuvo que salir para hacer los trámites del forense y para acudir al funeral, otra vez aquel traje calabaza se convirtió en un símbolo doloroso... peculiarmente doloroso.
“Me puse lo primero que encontré, la misma ropa que había llevado a la cena, pensando en el fondo que no se trataba de mi hija, "¿cómo voy a ponerme de negro, de luto? ¡No es ella, Silvita se equivoca! Viri está bien, todos están confundidos”. Con mi traje color calabaza, de cuero y plumas al cuello, fui dispuesta a demostrarles a todos que mi hija estaba bien”.
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Silvia Pinal vivió en negación por la muerte de Viridiana
Silvia Pinal narra en su autobiografía que la noche de aquel día, después de saber que su hija había muerto y de haber estado en la funeraria, algo en su corazón se negaba a vivir en ese presente con esa esa verdad.
Gustavo Alatristre, el papá de Viridiana, la vio en la funeraria y le dijo: “Mira, Japonesa, esto va a ser un circo, vamos a enterrarla ya, porque no lo vas a resistir”.
Pero si bien evitó el trauma de ver el funeral de su hija convertido en “un circo”, la Pinal no pudo evitar a sus propios fantasmas cuando volvió a casa.
“Cuando llegué a mi casa, y por fin pude estar sola, me quité ese traje color calabaza -que nunca más volví a usar-, entreabriéndoosla la puerta de su cuarto, el aroma de su perfume todavía estaba ahí. Ni siquiera entonces pude llorar. Cerramos su puerta, ‘buenas noches, hija’, murmuré, pero la respuesta nunca llegó”.