Las luces del Teatro Fernando Soler aún no se encienden para el público, pero tras bambalinas ya palpita otra función de El Sótano.
Ivonne Montero, protagonista de la obra, nos abre la puerta de su camerino como si revelara un secreto guardado en penumbra. Allí, entre aromas de incienso y la calma previa a la tormenta del escenario, se levanta un pequeño altar que la acompaña en cada función.
Sobre una mesita se ordenan símbolos de fe y protección: una biblia, un rosario, agua bendita, un escapulario, imágenes religiosas y un cuadro que un sacerdote de su parroquia le obsequió. Entre ellos, también descansan obsequios de sus seguidores, detalles que para ella no son meros recuerdos, sino amuletos de amor y fortaleza.
“La mayoría de las cosas que tengo aquí son regalos que me han dado, cada uno tiene un significado muy especial”, confiesa a TVyNovelas con una sonrisa.
El ritual comienza con un pañuelo rojo que, antes de salir a escena, pasa por su cuerpo en un gesto que mezcla oración y energía.
“Es algo muy representativo, lo mismo hago en mi casa, donde tengo otro altar. Es un acto de fe que me protege y me centra”, explica.
Al hablar, su tono se vuelve íntimo, casi como si compartiera una plegaria. Montero cree firmemente en el poder de las piedras. En su camerino no faltan los cuarzos, especialmente una turmalina negra que se coloca en el abdomen para alejar lo que ella llama “entidades de bajo astral”.
En su universo espiritual, cada objeto tiene un propósito: fortalecer, limpiar, proteger.
El cuidado energético no es casualidad. En su vida personal, la actriz ha experimentado episodios paranormales que todavía la estremecen. Recuerda noches en las que sintió que alguien se acostaba junto a ella, momentos en los que vio a un anciano en una mecedora o incluso a sus muñecas moverse.
“Llegué a pensar que me estaba volviendo loca”, confiesa, “pero encontré un camino en la espiritualidad, en Dios, en la meditación. Eso me dio la fuerza para canalizar lo que me pasaba y no dejar que me consumiera”.
Esa experiencia, aunque inquietante, le ha dado material para encarnar con veracidad a Ana Müller, su personaje en El Sótano. Ana es una mujer que, tras un divorcio, se muda con su hija a un viejo edificio marcado por tragedias pasadas. La obra que combina actuaciones, videomapping y proyecciones holográficas propone un viaje de suspenso y terror donde la frontera entre lo real y lo sobrenatural se difumina.
“Inevitablemente, mi propio camino espiritual me ayuda a comprender el miedo de Ana, pero también su fortaleza”, dice la protagonista de la telenovela La loba.
“Es un personaje con una transformación muy fuerte. Hay momentos de invocación y de vibración baja que, incluso a nosotros como actores, nos sacuden”.
La actriz reconoce que el género del terror tiene un reto añadido: vencer el escepticismo del público. Sin embargo, asegura que el trabajo del elenco, encabezado por Luis Felipe Tovar, ha logrado crear una atmósfera tan intensa que algunos espectadores terminan con lágrimas en los ojos.
Al verla hablar de su altar, de sus cuarzos y de su pañuelo rojo, se entiende que la preparación de Ivonne Montero no termina en los ensayos ni en la memorización del guion. Su entrega va más allá del oficio: se nutre de lo espiritual, de la fe, de ese diálogo silencioso con lo invisible que la acompaña dentro y fuera del escenario.