Mientras Aarón Mercury nos habló de familia y de infancia, en nuestra portada, Briggitte Bozzo parece mirar hacia adentro, hacia ese espacio donde se acomodan los aprendizajes de un año que la marcó profundamente. Su voz es suave, pero firme, llena de esa claridad que solo nace de haber pasado por sombras y haber regresado con luz en las manos.
Sobre estas fechas, dice con serenidad: “Esta Navidad la voy a pasar muy feliz, siento que es un momento en el que yo manifiesto mucho, en el que agradezco... Por eso siento que la Navidad tiene un significado más especial porque a veces no la he pasado en familia y eso me ha hecho valorar muchas cosas”.
Para Briggitte Bozzo, la Navidad no es solo una noche: es un rito, una transición espiritual: “En estas fechas trato de conectar más con el universo... se acerca un año nuevo, un año en el que puedes tener más oportunidades de crecimiento, laboral, personal, eso es algo que amo”.
Y aunque hoy México la celebra como una de sus figuras más queridas, hay un rincón en Venezuela que sigue siendo su hogar emocional: “Mis navidades en Venezuela eran mágicas... era algo muy loco porque allá todos se juntan con todos... Era hermoso ver toda la mesa llena de comida venezolana, me acuerdo de vivir grandes momentos en mi niñez, siempre la pasé en Maracay, mi ciudad natal”.
Cada recuerdo suyo es una postal cálida, un fragmento del lugar que la acompaña incluso cuando los reflectores la envuelven.
Si algo definió su año, fue el crecimiento personal. Ella lo explica sin miedos, sin filtros, sin maquillajes: “Del 2025 me quedan muchos aprendizajes... nunca pensé que mi vida fuera a cambiar tanto por un reality show, maduré en muchos aspectos y me convertí en una persona más centrada”. Pero madurar también significó dejar ir, sanar, reconstruirse: “Yo ahora soy una mujer más agradecida, valoro el estar conmigo misma... Siento que estaba un poco rota de algunas cosas, me estaba recuperando y 2025 terminó de sanarme”.
Su filosofía es simple, profunda y luminosa: “Pienso que si uno quiere evolucionar como persona, tiene que adaptarse al cambio. Yo abrazo todo lo que ha llegado a mí, lo bueno, lo malo, el trabajo”.
Y resume con una frase que podría ser mantra para cualquiera que la escuche: “Valoro mucho el poder cerrar ciclos, de lo contrario no sería la Briggitte que soy en este momento”.
La magia de este año para Aarón y Briggitte no radica solo en sus logros profesionales, que son muchos ni en su estrellato en redes sociales, donde millones siguen cada paso suyo. Lo especial proviene del cruce de caminos: dos jóvenes que crecieron frente a cámaras, que conquistaron corazones desde plataformas distintas, que ahora celebrarán una Navidad empapada de gratitud, familia, equilibrio y sueños.
En esta entrevista realizada antes de la final de Las estrellas bailan en Hoy, mientras el Foro 16 se llenaba del sonido de tacones, coreógrafos y risas nerviosas de ensayo, ambos hablaban con la sinceridad de quienes entienden que la fama puede ser pasajera, pero el crecimiento personal, ese sí, permanece. La calle los ama. Las plataformas los aclaman. La televisión los recibe como la nueva generación de estrellas. Y esta Navidad, más que un festejo, será un recordatorio de dónde vienen, quiénes son y hacia dónde están decididos a ir.