La cinta Desastre en familia marca su debut en cine y, a propósito de la historia, nos lo llevamos a un parque de diversiones, donde nos contó cómo vive actualmente su rol como padre de tres adolescentes.
Después de una mañana lluviosa, el sol apenas asomaba sobre la Ciudad de México cuando Ariel Miramontes, entre carcajadas y asombro infantil, corría de una atracción a otra en el parque ¡Kataplum! Allí, donde los gritos de emoción se mezclaban con la música de feria y el vaivén de los juegos mecánicos, el actor que durante años nos ha hecho reír como Albertano, se permitió regresar a su infancia.
La cita con TVyNovelas no podía ser en mejor escenario: un lugar donde el humor, la inocencia y la adrenalina conviven en cada esquina. Pero en esta ocasión, el motivo de la entrevista no era sólo hablar de su debut en el cine, sino de su faceta más íntima y entrañable: la de padre.
“Ya mis hijos son adolescentes, ya están todos en secundaria, entonces me identifico mucho con el personaje de Rolando Meza, porque sé lo difícil que a veces resulta comunicarse con ellos”, confesó Ariel mientras bajaba aún sonriente del juego Insomnio. Y es que la coincidencia no es casualidad. El próximo 25 de septiembre estrenará Desastre en familia, una comedia en la que interpreta a un papá que, entre discusiones y enredos, debe redescubrir el valor de la unión familiar.
La cinta, dirigida por Manuel Caramés y coprotagonizada por Itatí Cantoral, narra la historia de los Meza, una familia que aparentemente lo tiene todo, excepto la fórmula para llevarse bien. Lo que parece un hechizo los obliga a intercambiar cuerpos: el padre con el hijo, la madre con la hija. Un recurso clásico de Hollywood que, en esta versión mexicana, no sólo provoca carcajadas, sino que deja una lección: la empatía comienza poniéndose en los zapatos del otro.
Ese mismo ejercicio, dice Ariel en nuestra plática, es algo que intenta practicar en casa. “Alguna vez me he puesto en los zapatos de mis hijos, porque siempre uno como papá tiene que cuidar a sus criaturas y cuando tienen problemas se tiene uno que poner en sus zapatos para poder entenderlos, ayudarlos y que todo salga bien”.
Mientras en la película su personaje atraviesa un desastre para reencontrar la calma, en la vida real Ariel reconoce que ese patrón se repite.
“Claro que me ha pasado, yo creo que en todas las familias ha habido problemas y tienen que encontrar el equilibrio para poder reunirse una vez más, resolviendo así los problemas”.
“DE CHIQUITO JUGABA CON UN MUÑECO A SER PAPÁ”
La historia de Ariel como padre comenzó en 2009, cuando decidió adoptar a Quetzal. No fue un camino común, pero sí uno profundamente deseado. Más tarde, fruto de una relación sentimental, nacieron Arim y Kinam, quienes ahora son unos jovencitos que tienen a un papá que busca siempre lo mejor para ellos, según revela el intérprete.
“Soy muy consentidor, pero para algunas cosas sí soy muy estricto porque hay que ser de mano firme para poder educar bien a tus hijos”, dice con una mezcla de ternura y convicción. Desde niño lo tenía claro. Recuerda que jugaba a ese rol y soñaba con tener bebés. Lo que nunca calculó fue el vértigo de verlos crecer.
“Yo cuando soñaba con ser papá anhelaba que fueran bebés por siempre. Desde que yo era chiquito jugaba con un muñeco y me encantaban los bebés, pero nunca me cuestioné que esos bebés iban a crecer algún día, que se iban a volver adolescentes”.
Con voz honesta, admite que una de las pruebas más difíciles ha sido darles libertad. “Lo más desafiante es dejar ser a los hijos y dejar que salgan al mundo porque yo los tenía protegidos como en una burbuja… el mayor ya tiene novia y tiene que ir a comer con ella, quiere ir al cine, a unos 15 años, entonces eso para mí es preocupante porque tiene 16 años y las épocas en las que vivimos son difíciles”.
La preocupación se convierte en ritual: mensajes, llamadas y ubicación compartida. Ariel sonríe al contarlo, pero se nota que es el reflejo de un padre amoroso que no baja la guardia. “No soy intenso, yo los dejo salir porque es importante que empiecen a saber moverse en la ciudad, que conozcan el mundo”.