Después de brillar en las telenovelas, Alejandro Landero, el actor tuvo que se hizo viral por refugiarse en una combi prestada y comer con la ayuda de vecinos de la Condesa, en CDMX; en exclusiva nos contó lo que ocurre con él.
A veces la fama no se apaga, sólo se duerme. Y de pronto, un video en redes sociales despierta al olvido. Así ocurrió con Alejandro Landero, actor recordado por sus papeles en telenovelas como ‘Rosa salvaje’, quien se volvió tendencia tras ser captado por una vecina de la colonia Condesa, en la Ciudad de México, mientras descansaba en una banqueta, en aparente situación de calle, rodeado por sus cuatro fieles compañeros: tres gatos y un perro.
La imagen era poderosa: un hombre de 65 años, con el eco del pasado televisivo en la mirada, cubierto por sábanas, en el camellón de la calle Mazatlán, entre Juan de la Barrera y Agustín Melgar. Bastaron unos segundos de grabación para que el nombre de Alejandro Landero resurgiera de entre los créditos olvidados de la televisión mexicana y se convirtiera en noticia viral. La vecina que lo grabó alarmó diciendo que estaba en la indigencia.
“Nunca estuve en situación de calle, así, desamparado y abandonado, jamás”, aclara el actor con serenidad, en un tono que desarma cualquier prejuicio. Explica que todo fue una coincidencia desafortunada: un “desfase de tiempo” entre la entrega del departamento en La Condesa que rentaba y su partida hacia Puerto Vallarta, donde tiene previsto comenzar una nueva etapa.
“Las cosas no fueron sincrónicas y mientras se arreglaba la sincronía me quedé dos días aquí”, dice refiriéndose a la combi roja en la que duerme, un vehículo prestado que adaptó como refugio temporal.
AYUDA ‼️El vecino actor Alejandro Landeros se quedó sin trabajo y se encuentra en #situacióndecalle con sus tres #gatitos y su #perrito a los que no quiere abandonar. Él busca albergue por un mes. Está En Mazatlán, entre Juan de la Barrera y Agustín Melgar,frente edif.#Condesa pic.twitter.com/weyLdb5Pat
— LaRomaMex (@LaRomaMex) October 19, 2025
Aunque él no ahondó en detalles, una vecina que le tendió la mano y quien no quiso identificarse, aseguró que Landero no pudo pagar más la renta del lugar donde vivía por lo que fue desalojado; esa misma mujer recolectó dinero para ayudarlo.
Su historia, sin embargo, va más allá de un malentendido viral. Alejandro, quien actuó en clásicos televisivos como Rosa salvaje, Pasión y poder y Vivir un poco, reconoce que la vida le ha enseñado a adaptarse. “La vida es una montaña rusa”, reflexiona mientras acomoda a sus gatos dentro del vehículo. Padece TDAH y autismo, condiciones que, asegura, le han hecho ver el mundo con otros matices.
“Soy hipertenso también, pero mi salud está bien”, añade el actor, sin querer dar declaraciones en video, sólo en audio. Cuando se le pregunta si alguna vez pensó regresar a los foros, después de haberse retirado hace 33 años, su respuesta es contundente: “Cuando se te cierra una puerta, se te cierra por algo. Te están diciendo que por ahí no es el camino”. Lo dice sin rencor, con la calma de quien ha hecho las paces con el pasado. Tras salir, en conflicto, de Televisa tres décadas atrás, la industria simplemente lo dejó de llamar.
“YA SOY OTRO, YA NO TENGO NADA QUE VER CON LA ACTUACIÓN”
Pero Alejandro Landeros no se quedó detenido en el recuerdo. Se reinventó como productor de deportes, maestro de teatro y vendedor de tiempos compartidos en Puerto Vallarta, donde sueña con impulsar un proyecto de turismo incluyente: “Menús en braille, capacitación y espacios accesibles para personas con autismo”, explica, convencido de que aún puede aportar algo valioso.
“Ya me reinventé, ya soy otro, ya no tengo nada que ver con la actuación”, sentencia el actor, quien además señaló que en TV Azteca nunca le dieron una oportunidad.
La viralidad, paradójicamente, lo lastimó más de lo que lo ayudó. “Empezaron a agredir a mi familia, y dije basta. Ya no hay entrevistas, ya no hay nada”, afirma. Le incomoda la exposición mediática, como si los reflectores le quemaran la piel. “Nunca fui fan de que me estuvieran haciendo entrevistas, nunca me creí lo de la fama. Yo hacía mi trabajo porque me encantaba mi trabajo, y punto”, recuerda con la voz entre la nostalgia y la firmeza.
Hoy, Alejandro prepara su partida hacia el mar. En Puerto Vallarta, dice, lo espera la tranquilidad, el anonimato y su pequeño refugio junto a sus animales, su verdadera familia desde hace catorce años, pues está soltero y no tiene hijos. No piensa recurrir a la Asociación Nacional de Actores: “No recuerdo mi número de afiliación, y en La casa del actor tendría que abandonar a mis gatos y a mi perro... y eso no lo haría jamás”. Antes de despedirse, insiste en que no busca ayuda económica. Sólo desea que la gente comprenda su situación y deje de mirar con lástima lo que no lo necesita. “Estoy protegido, gracias a las personas que me apoyan aquí directamente. A ellos sí les agradezco.”
Y así, con una frase, Alejandro Landeros se retira de nuevo de la escena pública, con la misma dignidad con la que un día abandonó los foros: sin dramatismos, sin cámaras, acompañado sólo del sonido de sus gatos ronroneando y el ladrido pausado de su perro. “Ya me están ayudando, ya voy a salir de todo esto”, dice, antes de cerrar la puerta de su combi roja, como si bajara el telón de una función que la vida decidió repetir, sólo para recordarnos que, incluso en el olvido, hay historias que aún merecen ser contadas.