Shakira mueve las caderas y, según personas del entorno de Alejandro Sanz, ese vaivén simbólico, hecho de música, complicidad y memoria compartida, hacía estallar de celos a Candela Márquez.
No era el baile en sí, ni siquiera las canciones juntos, sino todo lo que representa: una alianza artística forjada hace dos décadas, una química que el público reconoce al primer acorde de La tortura y una cercanía que, dicen, la actriz no lograba soportar. Así comienza a leerse hoy el final de una historia que parecía firme y que, sin embargo, terminó por quebrarse entre silencios, ausencias y rumores.
Alejandro Sanz y Candela Márquez pusieron punto final a su relación tras un año de truenes y reconciliaciones. Así lo reportó la revista ¡HOLA! el pasado 22 de diciembre. La noticia tomó por sorpresa a sus seguidores porque apenas el 19 de celebraron juntos el cumpleaños 57 del cantante y, tres semanas antes, habían posado sonrientes en una gala organizada por el consulado italiano en Madrid. La estampa era la de una pareja sólida, serena, feliz. Pero el amor, como la música, también tiene silencios que anuncian el final de una melodía.
Según la publicación, la ruptura no se debió a una infidelidad. Las razones fueron más íntimas y complejas: “sus personalidades los rebasaban”. Fuentes cercanas a la pareja hablaron de una pasión desbordada, de dos temperamentos intensos que, lejos de equilibrarse, terminaban por incendiarse.
“Están locos el uno por el otro, pero son dos caracteres muy pasionales”, habrían dicho desde su círculo más cercano. Una definición que hoy suena a presagio.
No era, además, la primera vez que la relación entraba en pausa. De acuerdo con esas mismas fuentes, Alejandro y Candela ya habían atravesado separaciones intermitentes, pequeños adioses que funcionaban como intentos de recomposición. Por eso, aunque ahora se habla de ruptura, no pocos creen que podría tratarse de otro paréntesis. “En este momento se han dicho adiós”, subrayan, dejando la historia en suspenso.
Semanas antes de la confirmación oficial, el rumor ya corría con fuerza.
El 15 de noviembre, el periodista Jordi Martín reveló en su canal de YouTube que, presuntamente, la relación había terminado de manera definitiva. Según el colaborador de El gordo y la flaca, el detonante fue la inseguridad de Candela Márquez ante la cercanía entre Alejandro Sanz y Shakira, con quien el cantante mantiene una relación profesional y personal de larga data.
“Cuando veo que Candela no va a los Latin Grammy, me pongo en contacto con gente muy cercana a Alejandro Sanz y me dicen que esta relación estaba superdeteriorada”, contó Martín.
De acuerdo con su versión, el desgaste comenzó tras el famoso beso entre Sanz y Shakira cuando promocionaban su tercer tema en colaboración, un gesto que reavivó titulares y nostalgias.
“A Candela no le sentó nada bien. Me dicen que tuvo un ataque de celos tremendo contra Shakira y que dejó la relación con Sanz”, agregó.
Hasta ahora, ninguna de estas versiones ha sido confirmada por los protagonistas. Pero los hechos posteriores parecen alinearse con esa narrativa. Tras la separación, Candela Márquez se trasladó a Valencia para pasar las fiestas con su familia, algo que ella misma compartió en un directo: “Estoy emocionadísima con la Navidad... después de tantísimos años voy a pasarla con mi familia, ellos lo son todo”. Un mensaje que deja entrever que algo no estaba funcionando y que, por ahora, su prioridad es el bienestar personal.
En redes sociales, los gestos también hablan. Ambos se dejaron de seguir en Instagram. Además, la actriz ha compartido fragmentos de La Perla, de Rosalía, que muchos interpretaron como indirectas sobre un desengaño amoroso. Pequeñas señales que confirman que atraviesa un momento emocional delicado. La historia de Alejandro y Candela comenzó lejos de los reflectores. Se conocieron a través de redes sociales, donde el cantante empezó a interactuar con las publicaciones de la actriz. Lo que inició como un intercambio virtual se transformó en mensajes privados y, después, en encuentros discretos: cafés, paseos, conversaciones largas donde se fue tejiendo una complicidad genuina.