Con ‘La La Land’, el joven director Damien Chazelle se posiciona como uno de los creadores más talentosos del cine contemporáneo
‘La La Land’, película de la que todos están hablando este 2017 (y ya desde el año pasado) es un hermoso filme que idolatra el amor y da su lugar a las viejas memorias del Hollywood de antaño.
Al ir a la sala de cine y sentarse a ver esta historia de amor, uno se sumerge en una completa fantasía para soñadores en la que todo está hecho con precisión y detalle para hacer que el espectador se sienta en la intimidad con ambos personajes principales, intentando así que su felicidad se vuelva también la nuestra. Las actuaciones de Emma Stone (que va directo por el Oscar a ‘Mejor actriz’) y Ryan Gosling dejan en claro que esta no es otra boba historia de romance, y mucho menos otro musical más: ‘La La Land’ es amor, pasión y compromiso, dentro y fuera de la pantalla.
Como una película musical, esto no la vuelve un martirio para aquellos que no son adeptos al género. Chazelle apuesta precisamente a ello para rendir homenaje al cine clásico, una oportunidad de honrar lo que le llevó hasta ahí: las viejas grandes producciones de un Hollywood a poco de ser olvidado en la historia. Fred Astaire y Ginger Rogers viven en cada paso de baile que se da en la cinta.
Pero el amor no es siempre color de rosa y eso es el gran triunfo de ‘La La Land': no nos cuentan un “simple” cuento romántico en el que todo sale bien. En un momento todo se desmorona y es este golpe de realidad que reciben ‘Mía’ y ‘Sebastian’ lo que provoca que todo nos emocione mucho más.
Justo cuando la noche es más oscura, el amanecer está más cerca.
Además, la música de Justin Hurwitz y las canciones te provocan ganas de ponerte a bailar con los protagonistas, como si de otro personaje propia se tratara. ¡Larga vida al jazz!
Como diría el personaje principal: “vivimos tiempos en los que se idolatra todo y no se valora nada”, por ello la emoción, el amor y la maestría que muestra ‘La La Land’ de principio a fin hace que estos tiempos oscuros que vivimos en el mundo se conviertan durante más de hora y media en una alegroía de esa pieza de jazz; única como sólo ella, rodeada de elementos asombrosos y dejando, en el eterno romántico, un sabor agridulce que lo tomará de la mano durante los días siguientes.
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