Con la emoción a tope, Matías Gruener presume su propuesta musical más reciente, Lazos rojos, un tema que, como su propio autor, abraza la diversidad y celebra la empatía.
“Es muy bonito ver cómo mi música me abre las puertas. Me llena el corazón que la gente se dé el tiempo para escucharme”, compartió Matías en entrevista con TVyNovelas.
Hace unas semanas cantó en la pasarela con causa Runway Together, un evento realizado por la Universidad Anáhuac, el programa de excelencia académica Vértice, la Fundación del Dr. Simi y Fundación SIMIREDI, que busca visibilizar a jóvenes con capacidades diferentes y ofrecerles un espacio donde sus sueños tengan voz propia.
Apenas subió al escenario, el público lo recibió con entusiasmo. Entre luces y aplausos, su voz pareció tejer puentes invisibles. No era una pasarela cualquiera, sino una fiesta de inclusión donde el color no importa, porque lo esencial está en el alma. Quizá por eso, Matías fue el más indicado para dar ese mensaje: él mismo convive desde niño con una condición que altera su percepción cromática del mundo.
“Mis padres se dieron cuenta que cuando dibujaba confundía varios colores, entonces me llevaron a hacer un examen y salió positivo a daltonismo. Pero la verdad es que no afecta porque he vivido toda la vida así”, explicó con serenidad.
¿Qué es el daltonismo?
El daltonismo, o deficiencia en la visión del color, es una alteración genética que impide distinguir ciertos tonos, principalmente el rojo y el verde, debido a una modificación en las células de la retina llamadas conos. Aunque no representa una discapacidad visual grave, sí transforma la manera en que una persona percibe su entorno. En México, se estima que uno de cada doce hombres lo padece, mientras que las mujeres son portadoras en menor proporción.
En el caso de Matías, fue diagnosticado a los seis años. “A la gente le causa curiosidad saber cómo veo los colores, pero no pasa nada”, contó entre risas. “Luego es muy chistoso porque hay colores que no logro identificar”.
Con humor recuerda los años escolares en los que algunos compañeros lo llamaban “robot”, un apodo que, lejos de herirlo, terminó dándole fuerza.
“Al principio, los niños me molestaban, pero nada grave. Creo que lo peor es que me reprobaban en clases de arte porque no le ponía color a mis dibujos”, dice entre carcajadas.
El hijo de Susana Zabaleta, una de las voces emergentes de la escena musical mexicana, ha aprendido a transformar cualquier etiqueta en impulso: “Es muy importante que la gente entienda que no son personas distintas y que tenemos que darnos el tiempo de ver que son seres llenos de amor como todos”, reflexionó.
Ese espíritu empático también se refleja en su discurso sobre sí mismo y su carrera: “La palabra ‘nepobaby’ me da asco, yo estoy trabajando mucho para conseguir mi propio lugar”, afirmó con firmeza. La etiqueta, popularizada en redes sociales para señalar a los hijos de celebridades, no lo define. Matías busca y construye su espacio con esfuerzo y autenticidad.
Su paso por Survivor México 2024 fue, según dice, un punto de quiebre. “Yo estuve en un reality show en el que descubrí muchas cosas de mí, me cuestioné muchas cosas, toqué fondo, pero ya después me fui para arriba”. Aquella experiencia, dice, lo hizo comprender que los verdaderos colores de la vida no se ven: se sienten.
Y tal vez por eso su música vibra con esa mezcla de vulnerabilidad y fuerza que cautiva. Lazos rojos, su más reciente propuesta, no solo es una canción, sino una metáfora de unión. En ella, los colores que no puede ver se convierten en acordes que otros pueden escuchar. En febrero de 2026, llegará al Lunario del Auditorio Nacional.