Es el mejor pugilista que ha dado México.
Julio César Chávez González cumplió 50 años de edad. Ante tal celebración, el llamado ?César del Boxeo?, con el corazón en la mano nos platica cómo han sido estas cinco décadas de vida. Por fortuna se libró de las garras del alcohol y las drogas. Ahora es un ser pleno de sus facultades, que apoya a sus hijos, Julio Jr. y Omar, quienes han seguido sus pasos como peleador.
Seguro de sí mismo y con muchos sueños y metas por delante, el orgullo de Ciudad Obregón, Sonora, quiere seguir siendo un ejemplo de vida como deportista y persona.
“HAY QUIEN NACE CON ESTRELLA O ESTRELLADO”
Julio César, dicen que la vida comienza a partir de los 50?
“Es muy bonito llegar a los 50 años. Yo creo que desde que uno nace es maravilloso. Hay quien nace con estrella o estrellado; yo nací con estrella, porque dice mi mamá que le reventé la fuente de un golpe. Ahí inició mi historia, yo pintaba para boxeador o futbolista”.
¿Qué siente llegar a esta edad?
“Lo mejor es que llego física y mentalmente muy bien de mis facultades. Como saben, yo caí en la droga y el alcohol, por fortuna ya estoy limpio de cuerpo y alma desde hace dos años. Ahora sí soy un ejemplo para mis hijos y la juventud”.
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Sin duda, es usted una leyenda viviente del deporte mundial...
“Yo representé muchos años a México y personas de todas las edades me seguían. El que alguien sienta admiración por ti, no tiene precio; yo por eso no podía llevar esa vida de vicios, porque era un mal ejemplo. Mis hijos me tenían miedo y ya no platicaba con ellos, mis amigos ya se habían alejado”.
¿Cuál fue el punto que lo hizo reaccionar y alejarse de todo lo malo?
“Sin duda, Dios se manifestó en mi hijo Julio. Él tuvo la valentía de llevarme con engaños a un centro hospitalario, porque yo iba a realizarme una endoscopia. Mi hijo me vio mal por estar tomando, no quería dejarme morir, porque su sueño era que lo viera convertirse en campeón del mundo”.
¿Cuál fue su reacción al despertar y estar en esa clínica?
“Me levanté muy enojado con todos, pero después se lo agradecí por mostrar esa valentía. Yo no tenía la voluntad para dejar el vicio, porque no sentía fuerza, ni voluntad”.
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¿Su fe ha cambiado?
“Totalmente, cuando uno anda mal no se cree en nada, ni en Dios, la Virgen María o algún santo, el vicio te transforma. Ahora tengo muy firmes mis creencias”.
De todos los vicios, sólo le quedó el fumar...
“Sólo fumo, pero también ya me propuse dejarlo, en septiembre. Después de la pelea de mi hijo Julio, mi gran reto será dejar el cigarro, lo cual luce difícil. Para ser sincero, nunca había fumado, es más, renegaba de los que lo hacían porque mi papá Rodolfo, que en paz descanse, se fumaba tres cajetillas diarias y como siempre fui deportista desde pequeño, no me gustaba verlo. Pero ahora que dejé esa basura del alcohol y la droga, agarré el cigarro como una parte terapéutica, para calmar la ansiedad que da dejar la droga y el alcohol”.
¿En este punto de su vida, después de todo lo que ha pasado considera que tiene amigos reales?
“Siempre he tenido buenos amigos. Desafortunadamente, cuando yo andaba mal, rechazaba a los que me decían que dejara las drogas y el alcohol. Ellos se fueron alejando, por desgracia me junté con malas compañías y gente adicta. Tengo amigos verdaderos, en la clínica de adicciones a la que pertenezco en Tijuana. Me quedan cuates deportistas, políticos, empresarios, de todas clases sociales, todos son grandes y buenos camaradas”.
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