Darío Ripoll pasó por muchas etapas antes de ser actor; ahora forma parte de la que será la nueva temporada de Por amar sin ley
TEXTO: Gabriela de los Santos FOTOS: Ricardo Cristino
Su padre huyó en un barco de la Segunda Guerra Mundial, su abuelo fue teniente coronel, y él hizo exámenes para ser marino. Todo indicaba que Darío Ripoll estaría al servicio de su país, pero el destino le tenía una gran trayectoria en la actuación, cuyos primeros 25 años festeja en la nueva temporada de Por amar sin ley. “SOY MUY AFORTUNADO DE ESTAR VIGENTE” ¿Qué veremos en este nuevo caso? Será el juicio oral del caso de Sergio Cervantes, a quien interpreto. Es un padre que no quiere cumplir con la manutención de su hijo y busca la manera de justificar por todos los medios no dar la parte que le corresponde. Tiene un pleito con Sara (Sugey Abrego), su esposa, tratando de resolver quién se queda con la custodia. Una problemática muy recurrente... Así es. Muchas veces los padres quieren quitarse esa responsabilidad y no cumplir, por lo que se inicia una batalla entre abogados. La ley está para cumplirse, aunque los padres se hayan separado, para que los niños tengan lo mejor.
¿Cómo te preparaste para este personaje? Con lo que uno ve en la vida real; hay casos de conocidos que se han enfrentado a eso. Yo estoy en contra de que se hagan de la vista gorda, y siempre ayuda un poco estar familiarizado para cuando te toque interpretarlos. ¿Qué representan estos 25 años de carrera? Una gran aventura, sin duda alguna. Si me hubieran preguntado cuando era estudiante cómo me iba a ver en los próximos 25 años, la verdad, no me lo hubiera imaginado. Soy un ser humano muy afortunado de estar vigente y siempre saliendo de mi zona de confort. Estoy muy contento. “ME CERRARON MUCHAS PUERTAS” ¿Cómo fue ese llegar a tocar la primera puerta? Es una carrera muy complicada, de sacrificio, resistencia, no paras de correr. Debes tener mucha paciencia, pero sobre todo, creer en ti. Al principio sales de la escuela y nadie te conoce, te dicen: “Vaya usted a volar solo”. En mi época era pararte, esperar a que saliera un productor, llevar tus fotitos, tu mini currículum y pedir una oportunidad de lo que fuera. ¿Qué has sacrificado? Muchas cosas, sobre todo a la familia. Estar lejos, no ir a los cumpleaños, fines de año, muchas cosas, alguna pareja; tuve por ahí una novia que me dijo: “O tu carrera o yo”, y elegí mi carrera. Esto es muy demandante, y si no tienes a alguien que camine junto a ti, tienes que caminar solo. Actualmente, ¿cómo va el amor? Estoy con una pareja maravillosa, tengo 17 años con ella y me apoya, le encanta lo que hago, y la verdad, muy afortunado de estar a su lado, porque necesitas alguien que te apoye. ¿Has llegado a donde has querido? Sí, aunque un actor no se puede conformar con cumplir 25 años en esto. Yo quisiera llegar a la edad de Ignacio López Tarso y seguir trabajando como lo hace; tres proyectos al mismo tiempo es admirable. Ojalá la vida me dé la oportunidad de hacer lo que más amo. “MI ABUELO Y MI PADRE FUERON PERSEGUIDOS POR FRANCO” Si no hubieras sido actor, ¿a qué te habrías dedicado? Iba a ser marino cuando tenía 15 años. Vengo de una familia en la que mi abuelo fue teniente coronel de artillería de la República española; mi padre fue capitán aquí en México, y yo tenía esa venita de la milicia, me gustaban esas historias que oía de niño de la guerra. ¿Cómo eran? Mi padre fue de los que tuvo que salir junto con mi abuelo porque fueron perseguidos por Franco, entonces tuvieron que venir a México en barco cuando Lázaro Cárdenas abrió el puerto para que los españoles refugiados pudieran venir. ¿Qué edad tenían? Mi abuelo llegó a este país para volver a empezar desde cero, y mi padre tenía 13. Aquí conoció a mi mamá; ella pasó la guerra allá, pero aquí se conocieron y nacieron Darío Ripoll y otros cinco hijos más.