Era el año 1997 y Noel Schajris estaba saliendo de Argentina para probar suerte en México luego de una oferta que le hicieran unos amigos. En ese momento, el músico descubría un mundo nuevo, otra cultura, otra gente y otra forma de trabajar. Y aunque pasó por muchos desafíos, la vida le sonrió cuatro años después cuando despegó y se consagró al lado de Leonel García en el dueto Sin Bandera.
“Desde que llegué a este país, hasta que se dio la oportunidad de trabajar con Leonel, fue una época preciosa, de saber en qué país estaba viviendo, de sacar un disco con la canción Ilumíname, de presentarla en un programa masivo, de hacer festivales de radio, de conocer qué se sentía estar en este lugar nuevo, en este país que me abrazaba; fueron muchas bendiciones. Cuando llegó el momento de conocer a Leo y formar este grupo que nos cambió la vida para mejor, estaba en un momento de mi vida en el que daba clases de canto, tenía muchos alumnos que llegaban a mi pequeño estudio ubicado en Polanco, en la calle Enrique Wallon”, dijo.
Continuó: “Yo pagaba dos mil 500 pesos de renta, algo muy pequeño, y recibía a muchos chicos, con decirte que estuvo Eiza González cuando tenía 11 años; Reina, su mamá, me la traía para darle clases de canto. También recuerdo que recibí a Belinda pequeñita y le dimos clases, por eso tengo unas anécdotas preciosas”, revela el intérprete a TVyNovelas.
El artista tiene fresca en su memoria la fecha en la que pisó por primera vez territorio mexicano:
“Llegué el 27 de junio de 1997 a las 6:15 de la mañana con una maleta y 600 dólares (poco más de 10 mil pesos) en mi bolsillo; llegué a vivir en un cuarto cerca del metro Tasqueña, a tres cuadras de ahí, en la avenida Petróleos Mexicanos. Lo primero que hice fue descubrir el Café Jarocho, en la esquina de Miramontes, y lo segundo fue ir a comprarme un colchón en Aurrerá, porque no tenía dónde dormir y compartía la casa con otros nueve muchachos, amigos de una banda... Inmediatamente me quedé con 550 dólares, porque en ese entonces el dólar estaba a siete pesos; nunca me voy a olvidar de eso, y descubrí lo que era mi primer alambre esa noche, y una comida corrida al día siguiente. Descubrí lo que era este país que me empezaba a abrazar y me empezaba a hacer sentir uno más de ellos, me hacía sentir más ‘chilangaucho’ que nunca, ahí fue cuando em- pecé a dar clases de canto... Luego no me di cuenta de cuando ya estaba firmando con Sony Music, hice mi primer disco, vino Sin Bandera, nacieron mis hijos y aquí estamos... Durante 21 años viví en este país, y hace seis que estoy en Los Ángeles, pero México es mi casa”.
La propuesta que lo hizo radicar en México era una banda que no funcionó, pero que le demostró que los sueños en su cabeza eran interminables.
“Ellos se fueron, yo ya tenía un poquito ahorrado, me fui a rentar una casa en San Ángel, en la calle Texcoco, casi frente a Televisa, un lugar precioso, cerquita de la casa de Diego Rivera, una belleza”.
Ahora, el artista tiene su propia disquera y es libre de sacar la música que quiere:
“Todo está diseñado en esta industria para que ganen otros mucho más que tú, que eres el que genera todo; cuando tienes mucho éxito, obviamente tienes grandes ingresos y una vida maravillosa, pero nunca olvides que la compañía discográfica y la plataformas, los que te rodean, ganan 10 veces más, y entonces hay que romper esa ilusión de que tú necesitas de ellos, porque no es así, ellos necesitan al artista, necesitan el contenido que no crean, y por eso pienso que es hora de que el artista sea dueño de su música, que comprendan ese valor de lo que hacemos, y los que tratamos de ver la música como una forma de arte, ofrecerla directamente en libertad a nuestro público en las maneras que cada artista encuentre”.