En el foro 15 de Televisa San Ángel, donde los días transcurren entre llamados, libretos y la emoción de un remake que tiene entusiasmado al público, Laura Flores sonríe con ese brillo que solo otorga el amor bien plantado, ese que llega después de muchas tormentas, y que se vive con la sabiduría de quien ha amado mucho, sufrido bastante, pero conservando intacta la esperanza.
Laura Flores acaba de terminar una sesión fotográfica para las entradas de “Los hilos del pasado”, la nueva telenovela producida por José Alberto “El Güero” Castro, adaptación de “El privilegio de amar” en el que interpreta a la confidente de Carolina, personaje de Yadhira Carrillo.
Y mientras la producción ajusta luces y decorado, Laura comparte con TVyNovelas algo más íntimo que cualquier parlamento de su libreto: su historia de amor con el periodista Lalo Salazar, una relación que, aunque joven en tiempo (tres meses y medio), parece tejida con hilos de memorias compartidas, coincidencias celestiales y una química que desborda incluso fuera de los reflectores.
“Siento maripositas, estoy muy enamorada”
La historia comenzó como suelen empezar los mejores relatos de amor: con un reencuentro inesperado. Laura acudió a los estudios de Televisa Chapultepec para cantar en el noticiero de N+ y promocionar su espectáculo musical sin imaginar que ese viaje al pasado televisivo la llevaría directo a un presente que movería su corazón.
“Ese día fui a cantar allá, no sabía quiénes estaban al frente del programa... me encontré al Capi (Albores), lo saludé y mi mente retrocedió unos 25 años, cuando yo hacía el matutino ‘Hoy’”, relata la actriz.
Fue justamente el Capi Albores quien armó la primera cita, una comida casual donde también estuvo Danielle Dithurbide. Pero Laura notó algo distinto: “Sentí que me estaba viendo con unos ojitos y le dije: ‘Oye, Lalo, ¿qué no eres casado?, ¿por qué me ves así?’.
La respuesta de Lalo Salazar marcó el inicio de algo nuevo. “Me dijo que se había divorciado tres años atrás. Le comenté que yo también estaba divorciada, entonces pedí un tequila para relajarme y ahí me agarró la mano. Fue muy caballero, me llevó a casa de mi hermana y no pasó nada, ni un beso me dio”.
Para la artista, “el amor se vive diferente después de los 60 años”. Ya no siente el impulso de la adolescencia ni la intensidad de los 30. “Es un sentimiento más genuino”, dice Laura con franqueza, como quien mira de frente al tiempo sin temor.
“Sí siento maripositas, claro, y estoy muy enamorada de Eduardo, pero es distinto. Lo valoras más”.
Atrás quedaron los arrebatos y la necesidad de tener siempre la razón. Ahora, el amor se construye con ternura, con respeto y, sobre todo, con la madurez que ambos han cultivado en sus trayectorias, tan paralelas que pareciera que el destino llevaba años preparando este encuentro.
“Nosotros somos muy transparentes y es quizás lo que a las personas les llama la atención. Eso me da gusto y felicidad”, afirma Laura. Pero también tiene claro que quiere cuidar su bienestar. “Ya le dije que voy a defender mi relación como una gata, porque me da mucho. Estoy muy contenta y quiero seguir con esta ilusión”.
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