Mariana “La Barby Juárez” nos detalla el difícil momento que le embarga y no merma su carrera
TEXTO: Alejandro Salazar Hernández FOTOS: Archivo, Web
La vida dio un duro golpe a Mariana “La Barby” Juárez. El pasado 26 de agosto falleció su madre, Patricia Trejo Cortés, víctima de cáncer, tan sólo un mes después de diagnosticársele la enfermedad. Conociendo el estado de salud de su progenitora, el 11 del mismo mes retuvo el Título Gallo del Consejo Mundial de Boxeo al imponerse a la japonesa Terumi Nuki en la Arena Ciudad de México; tampoco perdió concentración para salir airosa ante la australiana Susie Ramadán en batalla librada el 27 de octubre en San Luis Potosí. Asimismo, la semana pasada presentó en la capital su sexy calendario 2019, en el que se muestra como nunca. Estas actividades, aunadas a su preparación física con miras a enfrentar a Jackie Nava, y el amor de su familia, principalmente el de su padre (que reside en Denver, Colorado) e hija, le permiten sobrellevar el difícil momento. “MI MAMÁ TENÍA YA OCHO TUMORES” ¿Cómo vives el duelo sin desconcentrarte en un momento tan importante de tu carrera? Ha sido muy difícil para mí. Dios me ha dado fortaleza porque ni yo misma lo entiendo. Platico con mi psicólogo deportivo y no sé qué me pasa, no he podido llorar como quisiera... De repente siento como si estuviera soñando... Me dicen que es parte del proceso y todos vivimos nuestro duelo de diferente manera. Yo trato de trabajar, hacer cosas para no pensar en eso y no deprimirme... La verdad, todavía no lo acepto; cada vez que llego a casa pienso que mi mamá va a bajar las escaleras como lo hacía siempre. El tiempo es quien me va a ayudar. ¿Cómo fue ese último mes a su lado? Estuvo casi 15 días en Estados Unidos, allá la atendieron, pero nos dimos cuenta de que se tardaban mucho con el tratamiento y la mandé traer para que la atendieran aquí. Cuando llegó, yo estaba en la conferencia de mi pelea contra Terumi Nuki y pensaba: “Mi mami me va a acompañar y después vamos a luchar contra esa enfermedad”. Siempre pensé que íbamos a tener tiempo para luchar contra esto, pero mi mamá ya venía muy mal; la llevamos de inmediato al hospital, donde estuvo internada una semana y se nos fue... Se hizo todo lo posible y ella luchó lo más que pudo, pese a irse plagada de cáncer. Tenía ya ocho tumores. Antes de diagnosticársele el cáncer, ¿tuvo síntomas? Simplemente un dolor de estómago y punto. Mi madre poseía una fortaleza tal que nunca demostró nada, ni debilidad ni que se sintiera mal. Tan fuerte era y no le gustaba quejarse de nada que no mostró síntomas de estar tan enferma, porque ella siempre estaba de pie, echándole ganas, sonriéndole a la vida... El desenlace fue muy rápido, ¿tuviste tiempo de despedirte de ella? No, no pude decirle “adiós, nos vemos allá arriba”; no me atreví. Sí le dije cuánto la amaba y le pedí perdón por cosas que pudieran haber sucedido aquí. Ella también nos dijo que nos amaba. Y aunque al último ya no podía hablar, cuando le preguntábamos algo, ella abría y cerraba sus ojos para decirnos “sí” o “no”. Mi mamá nos dio lo mejor de ella hasta el último momento, y terminó dándonos la lección de que debemos cuidarnos. ¿Quién es ahora tu principal sostén para enfrentar este trance? Dios solamente; hablo con él mañana, tarde y noche. Cuando escucho una canción que le gustaba a mi madre me viene su recuerdo y digo: “Espero el día de mañana estar al lado de mi Dios, verla a ella también y poder estar tranquilas”. Ella estaba conmigo siempre, ayudándome con mi hija; de hecho, mis padres criaron más a Natasha que yo por mi trabajo. A veces mi madre me preparaba el desayuno y ella sabía siempre dónde estaban las cosas cuando yo no las encontraba. “QUERÍAMOS VIAJAR A EUROPA” ¿Quién ocupa ahora ese lugar? Nadie. Me tengo que multiplicar y hacerlo yo. Toda mi familia ha sido muy importante en mi carrera: mi papá, mi mamá, mis hermanos... Todos han puesto su granito de arena en lo que es Mariana “La Barby” Juárez. Todos ellos son los que me formaron, los que me hicieron la mujer que soy, la mujer que enfrenta los problemas, la mujer que agarra al toro por los cuernos. ¿Cómo ha tomado Natasha la partida de su abuelita? Ella también ha sido una parte difícil del proceso. Decidió irse a estudiar a Denver para dominar el idioma inglés porque nació allá. El hecho de que no estén mi mamá ni mi hija hace que de repente, cuando me levanto, sienta que estoy soñando. Me hace mucha falta mi hija, pero también sé que es algo bueno para ella. Nada más va a estar allá este año y regresa; ya luego no la voy a dejar ir. ¿Tienes pareja que te consuele? No, sólo amigos y personas que están cerca de mí. Tengo un amigo muy cercano que me ha apoyado mucho, y mi asistente también me ha ayudado bastante en esta situación al llevar mis cosas y darme tiempo de estar tranquila y no preocupada. Además, mi hermana Lulú está en México; de repente, si no puedo dormir, le marco y hablamos. Las dos estamos apoyándonos mucho en este momento. ¿Cuál fue la última voluntad de tu madre? Que cuidara mucho a mi hermano José, que es el más débil de todos psicológica y emocionalmente. En eso estamos. De hecho, tengo sus cenizas en casa; me pidió dejarlas ahí para cuidarnos. También nos pidió a mi hermana y a mí que le echáramos muchas ganas a nuestros hijos y fuéramos ejemplo para mi hija, mis sobrinos y todas las personas que vienen detrás. ¿Quedaste en paz con ella? Sí, le di a mi madre lo más que pude. Claro, quisiera haberle dado muchas cosas más, experiencias que una vive, pero Dios sabe por qué pasaron así las cosas. De mi parte, insisto, estoy tranquila por- que amé a mi mamá a más no poder y recibió de mí todo lo que pude haberle dado. Lo que me duele es que no se dio el tiempo para cuidarse; es lo que le pasa a muchas mujeres mexicanas: muchas veces nos preocupamos por los demás, menos por nosotras. ¿Dejaron proyectos inconclusos? ¡Uy, sí! Queríamos ir a Europa; nunca fuimos, y para los XV años de Natasha queríamos viajar juntas. Mi hija tiene ahora 11, faltan cuatro, pero nunca nos imaginamos una partida así de sorpresiva... Es cuando dices: “La vida es prestada: ¡disfrútala!”, porque no sabemos cuándo nos toca irnos.
